Nada se conoce, sino se da a conocer. Nada tiene nombre, si nadie lo pronuncia. Para hacerse valer, hay que hacerse ver. Un producto sin marca, es un producto sin nombre. Un producto sin nombre es difícil de vender. Conclusión: La marca es fundamental para un buen marketing.

Los tiempos cambian y la forma de llegar a los consumidores, nuevos o propios, se hace más difícil en un mercado interconectado que desecha y configura nuevas tendencias y dictámenes que nacen y mueren cada vez más rápido. El  mundo del vino no está exento de esta evolución. Ya no son los franceses los que “parten el bacalao” en cuestión de buenos caldos, la globalización y la innovación provoca que todo el interesado, amante y “trabajador” del vino consiga hacerse un hueco, consolidar una marca y producir añadas excelentes.

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En España, sabemos mucho de esto. Incansables, obstinado en nuestros propósitos y acostumbrados a luchar para demostrar lo que sabemos hacer muy bien, nos convertimos poco a poco en referente mundial de grandes vinos con cuerpo y solera, apostando tanto por el consumo interno, como por la exportación. ¿El problema? Reeducar paladares y, volviendo al principio, hacernos visibles entre el resto. Es aquí donde podemos ayudar nosotros. El PLV es un punto importante en las tareas de marketing, más cuando algo más del 70% de lo que se solicita en un restaurante o tienda gourmet se pide por impulso al contemplar un expositor, un portacartas o un cartel publicitario.